sábado, 26 de noviembre de 2011

Hostigamiento escolar

Hostigamiento escolar


Es una práctica frecuente en instituciones educativas y ocasiona serios daños a las víctimas. El "bullying", como se lo conoce habitualmente, involucra a víctima y victimario, pero también a sus familias, compañeros, a docentes y autoridades de la institución en la que ocurre.










acoso


Para lograr que los estudiantes adquieran valores, hábitos y conocimientos, es preciso generar un ambiente escolar adecuado.


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Los adultos están poco informados sobre el hostigamiento escolar y las víctimas sufren el maltrato de manera continua sin hacer partícipe de su situación a nadie.





   El  psicólogo noruego Dan Olweus fue el primero en estudiar la violencia   escolar, en 1973. Y para definir lo que habitualmente se conoce como hostigamiento escolar o “bullying”, Olweus recurrió al término inglés “bully” que significa matón o agresor. A partir de entonces, se entiende por "bullying" a las conductas, entre estudiantes, que implican intimidación, tiranización, aislamiento, amenaza e insultos a una víctima o víctimas señaladas. Estas situaciones son frecuentes en los centros educativos y ocasionan daños serios a las víctimas.

Olwues dice que “un alumno es agredido o se convierte en víctima cuando está expuesto, de forma repetida y durante un tiempo a acciones negativas que lleva a cabo otro alumno o varios de ellos”. Y señala que una acción negativa es todo lo que causa daño a otra persona de manera intencionada.

El “bullying” puede ser practicado tanto por un chico como por un grupo.

Tipos de hostigamiento

Muchas veces el "bullying" se produce por una asimetría en el poder entre agresor y la víctima, que puede tener que ver con mayor fuerza física, diferencia de edad, género, etnia, religión o estatus social de la familia del chico.

La psicopedagoga Magdalena González y el psicólogo Guillermo Pérez Algorta en la publicación Hostigamiento entre pares  “Una mirada desde la Psicopedagogía” indican que además de víctima y victimario, intervienen en esta dinámica los observadores o testigos que son otros alumnos, docentes, autoridades de la institución y padres.

Señalan además que las instituciones educativas no son ajenas al fenómeno social de la violencia, que ha cobrado relevancia en los últimos años. “Vale aclarar que dentro de dichos ámbitos este fenómeno no es nuevo, pero pareciera que ha ido cambiando en la forma que se expresa.”, dicen.

González y Pérez Algorta aluden en su publicación a una clasificación del hostigamiento escolar en directo e indirecto. En ambos casos hablan de verbal y físico, pero con agresiones distintas. Así, en el directo ubican al acoso verbal con insultos, apodos, menosprecio y resaltar determinadas características físicas. Mientras que el acoso físico consiste en empujones, patadas y puñetazos. En el hostigamiento indirecto ubican al ques e da de forma verbal verbal con rumores y mentiras; así como a la propagación de rumores descalificadores y humillantes que apuntan a la exclusión y aislamiento. También en el acoso indirecto señalan al de caracter físico que abarca la destrucción “anónima” de materiales de estudio o pertenencias de la víctima.

Entre los escolares, la violencia verbal es la más frecuente, dicen los autores de la publicación. Esa conducta es seguida del aislamiento social. Indican luego que en Uruguay, de acuerdo a una investigación realizada en un centro educativo de Montevideo de Enseñanza Media, se halló que los varones presentan, más que las chicas, una actitud facilitadora de la violencia (32 % vs. 19 %), comportamientos físicos y verbales, conjuntamente con un menor control de impulsos (35 % vs.23 %). También que ellos duplican a las jóvenes en pelear físicamente (43 % vs. 17 %) y hacer bromas a costa de los compañeros (45 % vs. 23 %).

Señalan luego que en cuanto a las influencias externas, la actitud conciliadora de los adultos es más reconocida por las mujeres mientras que los varones tienden más que ellas a vincularse con compañeros transgresores. Esta tendencia crece regularmente con la edad alcanzando entre los 15 y los 17 años un valor próximo a 40 %, frecuencia que casi duplica a la observada a los 11 y 12 años. Dicen además que las chicas expresan y manejan sus impulsos agresivos en formas más adaptativas, lo que no quiere decir que sean menos agresivas
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