Autor: Joaquín Rocha
Psicólogo especialista en Educación para la Comunicación
joacorocha05@yahoo.com.ar
Psicólogo especialista en Educación para la Comunicación
joacorocha05@yahoo.com.ar
Según una definición
escrita por los publicitarios, Facebook “es una herramienta social que
pone en contacto a personas con sus amigos y otras personas que
trabajan, estudian y viven en un mismo entorno”. Un entorno que, gracias
a la globalización, se extiende a millones de usuarios.
Es la red social más
popular. Un fenómeno de una envergadura tal que alguien que quiera
mantenerse al corriente de la sociedad actual simplemente no puede
ignorar. Es un lugar muy visual donde las fotos y los mensajes, a manera
de grafiti, tienen mucho peso.
Todos vivimos la
experiencia, al abrir nuestra cuenta, de la insaciable cantidad de
mensajes de autoayuda. Algunos anónimos y otros de autoría dudosa.
Cualquiera puede subir una frase o afirmación y endosarla a cualquier
autor famoso. También están los que se apropian de las frases y se
convierten en autores fraudulentos.
Los incitadores a este tipo de acciones afirman: “Puedes poner una frase motivadora tanto en tu muro de Facebook
como en el muro de alguno de tus amigos, y verás cómo sus actitudes
empiezan a cambiar para bien. El poder de las palabras envueltas en una
hermosa frase resulta increíble para la mayoría de los seres humanos,
pero es cierto que influye mucho sobre la humanidad” (http://www.consejosgratis.es/
Creo que varios
usuarios asumen esta responsabilidad y terminan subiendo, diariamente,
frases que actúan como una panacea sobre quien las lee, mientras que la
intención oculta es saber cuántos aplican el “me gusta” y así
cuantificar la cantidad de usuarios que los tienen en cuenta.
Por el contrario,
algunos usuarios dejan mensajes que atentan contra los derechos y la
dignidad de las personas, ya sea por motivos raciales, religiosos, de
sexo, nacionalidad o de pertenencia a determinado grupo social.
La pregunta que
deviene es qué alcance y efectos psicológicos adquieren estos mensajes.
¿Ayudan a generar una buena autoestima o valoración o solo hacen que el
usuario sienta pena de sí mismo al no poder lograr lo que el mensaje
explicita?
Cada quien sacará sus
propias conclusiones. Lo que sí es claro es que, para producir un
cambio, se necesita más que un simple mensaje.
Para ejemplo, sirve uno de estos mensajes que compartí en mi muro:
“Plan de vida: 1. Ser
feliz 2. Dar amor 3. Hacer lo que me gusta 4. Viajar 5. Seguir
aprendiendo 6. Conocer gente nueva. Mi intención estaba dirigida, la
cual expuse, a que fuera comentada. Obtuve 50 “me gusta”, y solo 7 se
atrevieron a comentarla. Hubo una aceptación tácita de que esta era una
gran verdad sin cuestionarse qué mecanismos internos impedían cumplir
alguna o todas las afirmaciones escritas.
Hagamos el ejercicio
de reflexionar los mensajes que transcribiré a continuación buscando la
“recompensa oculta”, lo que ganamos al no ponerlos en práctica:
“Volví a sentir unas inmensas ganas de vivir cuando descubrí que el sentido de mi vida era el que yo quería darle”.
“La libertad, al fin y al cabo, no es sino la capacidad de vivir con las consecuencias de nuestras propias decisiones”.
“Si siempre sos normal, nunca descubrirás lo extraordinario que llegarás a ser”.
“Si no sabes valorarte, cualquiera sabrá utilizarte”.
“A veces, la vida nos detiene los pies…, solo para que descubramos y usemos nuestras alas”.
“No importa demasiado
aquello que quieras conseguir, lo importante es aquello que te
dispongas a hacer para conseguir esa meta que tanto añoras”.
La autoestima es el
sentimiento valorativo de nuestro ser, de nuestra manera de ser y de
quienes somos nosotros, además, es aprender a querernos y respetarnos,
es algo que se construye o reconstruye por dentro. Una frase puede
provocar un efecto positivo que ocasione, cómo consecuencia, un cambio
en nuestras conductas, si nos proponemos profundizar más allá de lo
escrito.
De no ser así, cliquearemos un “me gusta” y seguiremos esperando que la vida nos de aquellos que consideramos que nos debe.
